Un rayo de luz la hizo despertar de su letargo, pero nada era como lo recordaba. Microgravedad, menor temperatura, más CO2, una ligera aceleración y la sensación de estar envuelta en una malla gelatinosa que la rodeaba y protegía del exterior. Estaba realmente desorientada mientras su fisiología se iba adaptando a ese nuevo medio. A su lado, cientos de compañeras también despertaron.
Habían sido seleccionadas para la misión espacial por su rápido metabolismo, alta capacidad de respuesta y adaptación. Y mutación. Podían cambiar y adaptarse a los nuevos ambientes del espacio exterior en menos tiempo que ningún otro organismo.