A Shirley le gustaba reflexionar sobre aquellos dos inventos que habían cambiado el mundo. Por un lado, las técnicas de edición de cadenas de aminoácidos, capaces de generar enzimas con funciones a la carta. Y por otro, el MOM (MicroOrganismo Mínimo). Uniendo ambas ideas, se pudieron crear microsistemas vivos con funciones antes inimaginables: MOMs que eliminaban la radiactividad, MOMs que terraformaron la luna, MOMs que curaban enfermedades y regeneraban tejidos..., sin embargo, ni ella ni sus compañeros universitarios previeron la otra revolución de aquellos años. Ningún médico de su promoción consiguió trabajo. Al menos, Shirley tenía tiempo para sus reflexiones.