En ese momento se despertó, hambrienta, sin saber muy bien dónde estaba y con la sensación de haber estado sumida en un profundo letargo. Prevotella comenzó a caminar, recolectando todo lo que encontraba en el sendero: garbanzos, pistachos, judías rojas y un sinfín de proteína vegetal. De pronto, Prevotella se comenzó a sentir bien y le invadió un sentimiento de pertenencia, sabía que por fin había encontrado su lugar; y es que Juan, el humano en el que ella era habitante, había comenzado a alimentarse siguiendo una dieta mediterránea. Prevotella fundó una colonia y nunca se separó de Juan.