Saccharomyces cerevisiae estaba muy cansada ese día, pues llevaba mucho tiempo trabajando, transformando azúcares en alcohol. ¿Y para que?. Para acabar en la basura una vez hubiera acabado su función. Pero eso era antes, los tiempos estaban cambiando, aunque ella no lo supiera aún. Cuando llegó el día en que el vino estaba listo, Saccharomyces había abandonado toda esperanza y había sucumbido a la autolisis. Pero, a diferencia de lo que pensaba, le dieron una nueva vida. Y es que ahora, los restos de Saccharomyces ayudaban a otras bacterias a fermentar otros alimentos, formando parte de un nuevo mundo.